Hemos acreditado que sabemos perder. Pero eso no debe ser suficiente. Somos un partido, cuya militancia y simpatizantes quieren algo más que «derrotas dignas». Creo entender que exigen, al menos, una autocrítica y lo más importante ¿Y ahora qué?
Es verdad que la crisis nos ha arrollado a todos, no sólo a quienes se han quedado sin trabajo, sin vivienda, sin esperanzas, también a quienes desde el Gobierno hemos aplicado políticas que, siendo necesarias, nadie ha entendido. Nos hemos distanciado de nuestros votantes y nos han respondido votando a otras formaciones o votando en blanco, nulo o no votando. Parte de nuestra base ideológica se ha esfumado.
¿Es posible hacer otro tipo de políticas en las que la avaricia de los mercados financieros, la estrategia de la banca o la ideología que pugna por la desregulación de los mercados no sea quien nos marque las pautas? ¿Es posible otra política económica?
Los socialistas tenemos que seguir siendo el referente de la izquierda. Para ello, creo que ese debe ser uno de los ejes del debate para el tiempo nuevo que debe venir después de la derrota, unido a las respuestas que nos demanda la ciudadanía que ya no se siente representada por nosotros.
Es curioso. Hemos perdido en unas elecciones locales, insulares y autonómicas, sin embargo, también la crisis y nuestra actitud eso lo ha obviado, salvo honrosas excepciones. La derecha ha hecho bien su trabajo despolitizando la vida política y nosotros hablando de gestión y no de política.
Ahora nos toca ocupar el espacio donde nos ha situado la ciudadanía. Trabajando desde la izquierda por lo que creemos, la política como instrumento de transformación social más potente que conozco, para contribuir a mejorar las condiciones de vida de la gente, porque como dice Stéphane Hessel, «cuando la dignidad se pone en cuestión es necesario reaccionar». Y eso nos toca ahora, reaccionar.
