Decía Saran Keïta Diakité, presidenta de la oficina en Mali de la ONG Red de Mujeres por la Paz y mediadora durante las conversaciones de Paz en dicho país en el año 2012, que “las mujeres son la clave para la paz. Las mujeres entienden el valor de la vida. Aman la vida. Dan la vida. Salvan vidas”.
Sabias palabras que son toda una declaración de intenciones sobre la determinación y el rol de las mujeres ante el conflicto a lo largo de la historia. Una historia donde la lucha por la igualdad ha sido la fuerza motriz para lograr un mundo comprometido con la igualdad y la diversidad como valores y pilares de toda acción, como derechos de ciudadanía. Un reconocimiento que resulta necesario realizar a las organizaciones de mujeres en todo el mundo y, singularmente, a la lucha de tantas mujeres africanas que han trabajado para que la igualdad deje de ser una quimera en el imaginario colectivo y se convierta en una realidad en su país, en su aldea.
Esta semana hemos participado en la Conferencia Internacional sobre Mujeres, Paz, Seguridad y Desarrollo celebrada en Rabat en ocasión del decimosexto aniversario de la Resolución 1325 de Naciones Unidas y organizada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación del reino alauí.
Después de este tiempo de vigencia de la resolución, cuya finalidad era fomentar la participación de las mujeres en la toma de decisiones, en la prevención y resolución de los conflictos y en la recuperación posterior, así como en la eliminación de cualquier tipo de violencia hacia las mujeres, ha quedado de manifiesto que, aunque se han producido avances significativos en el plano normativo y teórico, no ha sido así en el día a día, en la vida real.
Como denuncian las organizaciones de derechos humanos, en la cuenca del Chad, Sudán del Sur, en Siria, Irak y tantos otros lugares, las mujeres y las niñas padecen violencia continuada, así como violencia sexual; aparecen nuevas formas de violencia sobre las mujeres, como la ejercida por Boko Haram; la agenda de las mujeres difícilmente está siendo tenida en cuenta allí donde estalla el conflicto; las mujeres están infrarrepresentadas en las mesas de negociación de la paz, en las misiones sobre el terreno de Naciones Unidas; y en muchos países no está tipificadas como delito las agresiones sexuales en los conflictos.
[blockquote size=»full»]Allí donde estamos las mujeres, la paz se consolidará antes y mejor. Por eso defiendo, como ya expresé en la clausura de la conferencia de Rabat, la designación de una mujer como secretaria general de la ONU.[/blockquote]
Por eso, ahora que se celebran encuentros para analizar los avances y los retrocesos de la Agenda de Mujeres, Paz y Desarrollo y que España asumirá en diciembre la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU, tenemos una excelente ocasión para promover la voluntad política necesaria para impulsar la perspectiva de género. Hemos de pasar de las palabras de las resoluciones a la realidad del conflicto, priorizando la participación activa de las mujeres en la construcción y consolidación de la paz. Para ello es imprescindible que ejerzamos los liderazgos necesarios.
Tenemos el compromiso y la voluntad de exigir la inclusión de las mujeres en las mesas de negociación y misiones de paz. Allí donde estamos las mujeres, la paz se consolidará antes y mejor. Por eso defiendo, como ya expresé en la clausura de la conferencia de Rabat, la designación de una mujer como secretaria general de la ONU. Nosotras somos protagonistas en la construcción de la paz, como se ha demostrado al finalizar el conflicto armado en Colombia, donde, pese a que las mujeres no han estado en la primera línea de las mesas de negociación, desde el tejido social, «desde el barro» -como dice la líder rural de Montes de María, Mayerlis Angarita-, ellas han sido las protagonistas morales de la paz.
Tenemos la responsabilidad y la voluntad de poner voz a tantas mujeres silenciadas con coraje y determinación, impulsando los procedimientos y mecanismos que aseguren la participación efectiva de las mujeres en los procesos de paz, misiones de pacificación y mediación en los conflictos». Las balas no nos matan, nos mata la indiferencia», dice Angarita. Para que esto no suceda, asumamos el timón de nuestro destino a favor del bien común. Estoy convencida de que a la sociedad y al mundo les irá mucho mejor. Hagamos de la palabra el arma de la paz.
Está claro que queda un largo camino todavía hasta el genuino reconocimiento de la capacidad de las mujeres para contribuir a la construcción de la paz global. Reclamamos la voluntad política suficiente y necesaria para llevar a cabo los avances que la Resolución 1325 y siguientes pretendían, un objetivo en el que los parlamentos deben ser protagonistas, ya que son los epicentros de la acción política.
El Parlamento de Canarias, el primero paritario de nuestro país, organizó el pasado mes de mayo el I Encuentro de Parlamentarias Canarias-África, donde abordamos, entre otros, este asunto. En estos momentos no se entiende el desarrollo de África sin el liderazgo compartido de las mujeres africanas.
Reducir la brecha de género es primordial para propiciar avances de todo tipo. Por eso, la igualdad de género beneficia tanto a hombres como mujeres. La igualdad no solo salva vidas, sino que tiene un notorio poder de transformación.
No sabemos lo que hubiese sucedido en el pasado si las mujeres hubiésemos intervenido en la prevención de los conflictos, porque, como nos cuenta Virginia Woolf en su exquisito libro ‘Tres Guineas’, los hombres, los únicos que recibían educación, eran incapaces de parar la guerra, frente a las mujeres que, acostumbradas a pensar sobre la marcha, mediaban y buscaban consenso a diario en el seno de la familia.
Desconocemos lo que hubiese sucedido en el pasado, pero sí sabemos que hoy queremos construir alianzas en pro de los derechos humanos, la paz y el progreso, donde la igualdad tiene un largo camino que recorrer, porque la igualdad es el mejor instrumento para cambiar los destinos del mundo.
Estamos compelidas a levantar puentes de entendimiento y abrir caminos de esperanzas. Tenemos la responsabilidad y la voluntad incluso de derribar, como ya he dicho en otras ocasiones, aquel proverbio africano que dice que “es más fácil para una hormiga transportar una montaña que mover a los que mandan”; no si las que asumimos responsabilidades de gobierno somos las mujeres. Este debe ser nuestro compromiso y nuestra determinación.