Cada 30 de mayo, la ciudadanía canaria acoge el día de su comunidad autónoma. Esta efeméride ha acompañado durante toda su vida a unas cuantas generaciones, que ya la han interiorizado. Por eso, a menudo pasa como un día festivo más: cualquier habitante de las islas menor de veintitrés años ha convivido con esta fecha señalada desde su nacimiento; forma parte de su cultura, lo que en ocasiones lleva al desconocimiento de su origen, de las causas que llevaron a declarar este día, y no otro, como Día de Canarias.
En esta casa de la ciudadanía, el Parlamento de Canarias, sentimos con especial fuerza la llegada de esta conmemoración. Una jornada como esta, hace hoy más de dos décadas, la Cámara autonómica se constituyó por primera vez, diez meses después de la aprobación de nuestro Estatuto de Autonomía. Presidía la sesión plenaria de esta primera legislatura el escritor y político Pedro Guerra y en los escaños solo había sentada una mujer, la abogada Dolores Palliser.
Ese 30 de mayo de 1983 dio sus primeros pasos, en la calle Teobaldo Power de Santa Cruz de Tenerife, la comunidad autónoma que conocemos hoy. Por primera vez después de más tres décadas, la democracia cobraba plena forma y el pueblo se hallaba por fin representado en las sesenta personas elegidas para conducir, desde el Parlamento canario, el destino de estas islas.
Aquella cámara de la primera legislatura era, sin embargo, muy distinta a la de nuestros días. Hoy, por primera vez, celebramos el Día de Canarias en una institución paritaria, la única de España con idéntico número de mujeres y de hombres. También me enorgullezco, y tengo el honor, de recoger el testigo de tantas mujeres y hombres que, a lo largo de la historia de nuestro país, han trabajado por la igualdad y contra la injusticia.
[blockquote size=»third» align=»right»]Hoy, por primera vez, celebramos el Día de Canarias en una institución paritaria, la única de España con idéntico número de mujeres y de hombres.[/blockquote]
En el 30 de mayo confluyen, pues, muchos años de historia, de esfuerzo, de diálogo, de lucha y de pasión desmedida por una causa que, aunque hoy nos parezca propia, natural, en aquel tiempo todavía pendía de un hilo: la democracia. Veintitrés años después de aquel primer pleno hemos logrado modelar la madeja y tejer una sociedad más justa, en la que, entre imponderables y desigualdades, quiere conquistar posiciones el Estado de bienestar.
Pero queda trabajo por delante. El reto democrático ha dado paso a otros condicionantes que, día a día, ponen a prueba nuestra capacidad para atender las necesidades, anhelos y, por qué no, los sueños de la ciudadanía. A veces pareciera que la economía lo envuelve todo y que la ideología queda relegada. Por eso, creo que es vital reivindicar la política como medio de articular respuestas a las demandas de la gente. Por tanto, hay que humanizarla aún más y seguir pensando en las personas, dando pasos firmes y sensatos, teniendo en cuenta la experiencia acumulada para disponer de nuevos soportes legislativos que cualifiquen nuestra convivencia plural.
En esta democracia que hemos construido con esfuerzo nos toca ahora defender los logros sociales alcanzados. En un tiempo en el que la precariedad económica amenaza con lastrar los proyectos vitales de tantas y tantas personas, no nos queda otra que defender con uñas y dientes los derechos a una vivienda digna, a una sanidad pública, a una educación gratuita y de calidad, a un empleo decente, a la información veraz o a la igualdad ante la ley, entre tantos otros, que postula nuestra Constitución.
Nuestro reto es erradicar la injusticia social y proteger el Estado de bienestar. Desde el Parlamento trabajamos con decisión para hacer frente a los desafíos y para mejorar la vida de las personas que pueblan nuestra comunidad autónoma. Es el mejor sitio para hacerlo y este día, el 30 de mayo, el mejor momento para recordarlo.