El 18 de diciembre celebramos el Día Internacional del Migrante. Una fecha señalada por la ONU, a través de su Resolución 55/93, para significar la necesidad de proteger y preservar los derechos humanos y las libertades de las personas que se desplazan por el mundo.
A lo largo de la historia de la humanidad, los desplazamientos de la población han sido una constante, con especial intensidad en los últimos tiempos, hasta tal punto que asistimos a una grave crisis humanitaria. Una grave crisis humanitaria que, como pusimos de manifiesto en el informe del Parlamento de Canarias ‘Movimientos Mixtos de Población y Derechos Humanos’, reconocido por todos los parlamentos regionales europeos, solo es posible abordar desde una respuesta civilizada.
Los datos oficiales, fríos e impersonales, nos indican que los desplazamientos de un continente a otro o dentro del continente mismo son superiores al número de nacimientos en todo el planeta. Por lo que, de manera muy acertada, se dice que estamos ante un éxodo planetario o desplazamiento del mundo. Para visibilizar lo que está pasando, el director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, Mark Leonard, afirmó que si “todos quienes viven fuera de su país donde nacieron se unieran para formar su propia república de los desarraigados, sería el quinto mayor país del mundo, con una población de más de 240 millones”.
La realidad es esta y, ante ello, quienes tenemos responsabilidades públicas y compromiso social estamos compelidos, desde el diálogo, a hacer un gran esfuerzo de comunicación y tener una firme voluntad de entendimiento, en definitiva, a hacer pedagogía política para alcanzar a comprender lo que está pasando y poder adoptar las mejores decisiones en cada momento.
Las causas de los desplazamientos son múltiples y cada vez se acentúan más: las causas ecológicas, el cambio climático, está provocando millones de desplazamientos en el mundo y el compromiso de los Estados, adoptado en el Acuerdo de París sobre el clima, no acaba de materializarse; las causas socioeconómicas, con una desigualdad galopante que golpea a las personas más vulnerables; las causas geoestratégicas, con los conflictos bélicos que no cesan; así como la conculcación de los derechos humanos que todavía se siguen produciendo a diario en cualquier rincón del planeta, hacen que las ansias por encontrar un mundo mejor disparen ese éxodo planetario.
Para eso, creo que es imprescindible tomar conciencia de lo que está pasando, intervenir en origen, mejorando las expectativas de vida de la gente, asegurando su vida, porque no lo olvidemos, esa es la razón de ser de la política
Europa, nuestro viejo continente, languidece entre el escepticismo, la exclusión de los de siempre, que vuelven a hacerse presente, y quienes creemos que Europa tiene que alumbrar las respuestas desde una política de civilización, que como diría el filósofo y sociólogo francés Edgar Morín está destinada a salvaguardar la vida en nuestra tierra-patria. Y esta respuesta política sería la única que estaría en consonancia con la complejidad del fenómeno.