Paisajes que hacen paisajes. Paisajes que envuelven sueños. Sueños que abrazan la vida a través del tiempo.

Hoy sabemos algo más de nuestro ayer. Las primeras personas que poblaron nuestra isla, en unas condiciones singulares de aislamiento, hicieron que su legado permaneciera hasta nosotros. Seguramente no lo sabían, no imaginaron que el tiempo envuelto en un gran sueño nos regalara su vida, sus tradiciones, su relación con el medio que los rodeaba, especialmente con la tierra y el cielo.

Desde aquel entonces hasta ahora han sucedido muchas cosas relevantes para que este regalo llegara a nosotros: nuestro modo de vida de cumbre hizo posible su conservación, pues supo conectar las necesidades humanas con el respeto al medio natural y, especialmente, la contribución de personas que han dedicado una vida entera a recorrer nuestras cumbres, para estudiar nuestro entorno e interpretarlo. Personas que sintieron admiración y respeto por ese modo de vida. Así fue como Julio Cuenca, hace ya unos años, descubrió un lugar excepcional que hace escasas horas acaba de ser declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Reconozco que esta declaración ha sido especial y emotiva, como lo es el espectáculo que ofrecen nuestras cumbres de Gran Canaria, ese fastuoso paisaje en forma de tempestad petrificada

Fue preciso, además, un largo camino en el que muchas personas, entidades y administraciones públicas caminaron juntas y jugaron su papel para que esa singularidad y belleza fuera conservada y reconocida por una isla, una región, un país y, ahora, la humanidad entera.

Reconozco que esta declaración ha sido especial y emotiva, como lo es el espectáculo que ofrecen nuestras cumbres de Gran Canaria, ese fastuoso paisaje en forma de tempestad petrificada que confirió un carácter singular a Risco Caído y a los Espacios Sagrados de Montaña y esa mezcla de condiciones únicas que lo envuelve.

La Unesco ha reconocido como Patrimonio Mundial de la Humanidad a un lugar muy especial, a un conjunto de gran valor natural, histórico y cultural, con profundas implicaciones naturales, espirituales, astronómicas y quizá también religiosas. Un reconocimiento a un espacio que consolida la alianza desde el presente entre el pasado y el futuro, al igual que lo hace el Santuario de Risco Chapín, la Sierra del Bentayga y la Mesa de Acusa.

Ayer nos parecía un sueño. Lo anhelamos y lo conseguimos. Nuestro pasado se ha hecho presente con Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña. Ahora nos toca preservarlos y potenciarlos para que sea vivo presente en nuestro futuro.

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