El pasado día 10 de mayo fue un día especial en el Parlamento de Canarias por varias razones. En primer lugar, porque gracias a la colaboración de todos los grupos parlamentarios y de instituciones como la Consejería de Educación y Universidades y los cabildos insulares teníamos la oportunidad de acoger la segunda edición del Concurso Regional de Debate Escolar. Pero también porque esta presencia de nuestros estudiantes nos permitió hablar de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), sin lugar a dudas la cara más positiva de la globalización.
Los siete equipos de escolares, pertenecientes a tercero o cuarto curso de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), tuvieron oportunidad de presentarnos sus propuestas de proposiciones no de ley para mejorar alguna situación que ellos habían identificado en su ciudad, su pueblo o su isla. Los equipos eligieron especialmente dos objetivos de desarrollo sostenible: el objetivo número 5, dedicado a la igualdad de género, y el objetivo número 11, dedicado al desarrollo de ciudades y comunidades sostenibles. Ambos objetivos son de una gran relevancia, pero no obstante me gustaría dedicar esta breve reflexión personal al primero de ellos.
Pocos días antes de celebrar nuestro concurso escolar, el Parlamento de Canarias, en colaboración con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, había organizado unas jornadas de trabajo regionales dedicadas precisamente al ‘ODS 5: lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas’. En el transcurso de esas jornadas, llegué a una conclusión personal que, con posterioridad, las intervenciones de los equipos concursantes reforzaron ampliamente.
La persona que actuaba como ponente en esas jornadas era una mujer de reconocido prestigio en muchos países y sobradamente conocida por su compromiso con la igualdad de género; me refiero a María Teresa Fernández de la Vega, en la actualidad consejera de Estado y presidenta de la Fundación Mujeres por África.
Entre 1990 y 2012, el número de muertes de niños menores de 5 años disminuyó de 12,6 millones a 6,6 millones, de las que 6,1 millones ocurrieron en países de ingresos bajos y medianos bajos
Decía María Teresa que, durante el proceso de discusión de la Agenda 2030, ella había defendido con fuerza, pero con escaso éxito, que la igualdad de género fuera el primer objetivo, no el quinto. Basaba esta propuesta en un sólido fundamento empírico: todo lo que pueda avanzarse en igualdad de género tendría un enorme impacto sobre el resto de los objetivos. Debo reconocer que, si bien me sorprendió la naturaleza del debate, no supuso para mí ninguna sorpresa su postura. Creo, además, que a la luz de las evidencias aportadas por la UNESCO, no le faltaba razón.
Permítanme que les ponga dos ejemplos. De acuerdo con los datos aportados por la UNESCO, entre 1990 y 2012, el número de muertes de niños menores de 5 años disminuyó de 12,6 millones a 6,6 millones, de las que 6,1 millones ocurrieron en países de ingresos bajos y medianos bajos. La mitad del número total de vidas salvadas gracias a la disminución de las tasas de mortalidad infantil es fruto de la educación de las madres, mientras que el crecimiento económico es la causa de menos de una décima parte. A partir de estos datos, la propia UNESCO concluye lo siguiente: si todas las mujeres de los países de ingresos bajos y medianos finalizaran la enseñanza secundaria, la tasa de mortalidad de los niños menores de 5 años disminuiría un 49%, lo que salvaría anualmente 3 millones de vidas.
Si todas las mujeres hubieran terminado la enseñanza primaria, el índice de mortalidad materna habría disminuido de 210 a 71 muertes por cada 100.000 nacidos vivos; o lo que es lo mismo, un 66%.
Un dato más y acabo con los ejemplos. Si todas las mujeres hubieran terminado la enseñanza primaria, el índice de mortalidad materna habría disminuido de 210 a 71 muertes por cada 100.000 nacidos vivos; o lo que es lo mismo, un 66%.
Teniendo en cuenta lo que acabo de decirles, comprenderán mi enorme satisfacción y la de muchas mujeres y hombres por el hecho de que el objetivo de desarrollo sostenible que en mayor medida haya merecido la atención de los equipos participantes en el Concurso Regional de Debate Escolar haya sido precisamente el número 5.
Ignoro si hubiese sido mejor que la igualdad de genero fuera el primero, el tercero o el quinto de los objetivos en el marco de la Agenda 2030, pero de lo que sí estoy segura es de que, ahora más que nunca, todos y todas deberíamos aceptar que los avances que logremos en igualdad de género serán logros para la humanidad.